domingo, 27 de mayo de 2012

EL CAPITAL de Marx y Engels


Angélica Yaneth Aldana Salas
Al principio Marx hace un análisis dialéctico de la mercancía, pues parte del hecho que la mercancía individual es la forma elemental de la riqueza social en el capitalismo. Marx analiza, siguiendo a la economía política clásica, a la mercancía en tanto valor de uso un bien que satisface ciertas necesidades humanas y en tanto valor de cambio un bien que puede intercambiarse por otros bienes en una proporción determinada. Pero para Marx el valor de cambio de una mercancía es una manifestación de algo más. Lo que permite que una cantidad X de mercancía A equivalga a una cantidad Y de mercancía B es algo que no depende del carácter de valor de uso de las mercancías ni de los trabajos particulares con las que fueron producidas. Lo que hace posible la equivalencia es que ambas contienen la misma cantidad de trabajo humano abstracto materializado en ellas. Marx denomina como valor de las mercancías al trabajo socialmente necesario para suproducción, siendo la magnitud del valor determinada por la cantidad de ese trabajo.
              
                 En el texto de el capital de Marx resalto un poco mas el proceso de producción capitalista,dice que antes solo había estudiado a la población mercantil donde solo había producción de mercancías. Ahora se enfoca más a la clase burguesa donde se concentra la mayoría del capital
               
                     En la sociedad mercantil de antes se da un carácter dual dice que por un lado es producción de bienes y por el otro proceso de producción de valor.  En la sociedad capitalista el proceso de producción también tiene un carácter dual, pero distinto al de la sociedad mercantil: por un lado es proceso de producción de bienes y por el otro es proceso de producción de capital, de valor que se valoriza a sí mismo. Lo que distingue a la sociedad capitalista es la organización de la producción en base altrabajo asalariado, esto es, el alquiler de la fuerza de trabajo.
                
                    
                       La fuerza de trabajo, productora de las mercancías, se cambia, se compra y se vende como otra mercancía cualquiera y obedece a las mismas leyes del mercado, sin importar que detrás de ellas hay un hombre, con su familia: el proletario. Este proletario es libre, dice Marx parodiando el lema de la revolución francesa pero Marx hace notar que es en realidad libre en un doble sentido: libre de medios de existencia y de medios de producción pero libre de venderle su fuerza de trabajo al capitalista que él elija de entre los interesados en comprarla. El trabajador asalariado vende su capacidad para trabajar, pero ésta es una capacidad inseparable de la persona, y no se puede vender aisladamente; por esto una vez hecho el contrato entre capitalista y trabajador, éste, su personalidad completa, su cuerpo entero pasa a manos del otro.
                
                      El trabajador vende su fuerza de trabajo al capitalista. El capitalista pasa a ser dueño de esta mercancía de la que por tanto dispone o hace uso durante todo el tiempo que le sea posible cada día, o sea que pone a trabajar al asalariado todo el tiempo que le sea posible o sea la jornada de trabajo, que dadas ciertas condiciones de producción, se prolongará como premisa por un tiempo mayor que el tiempo que se necesita para producir, en las mismas condiciones normales de trabajo, los medios diarios de existencia y reproducción del obrero. Pero a cambio, el capitalista paga al asalariado un precio por su fuerza de trabajo como lo hace por cualquier otra mercancía, es decir, paga un precio equivalente a lo que costó producirla. Así que el capitalista no paga un precio por el trabajo que hace el asalariado, porque el precio de las mercancías no está determinado por el uso que se hace de ellas, sino por lo que costó producirlas, su valor: la cantidad de trabajo socialmente necesario invertida en producirlas.
                   
                      Marx explica que en tanto, crece la masa de obreros desocupados, de manera que las posibilidades de consumo decrecen, mientras por otra parte aumentan las mercancías en el mercado. Entonces es menester, para que los parados vuelvan a consumir, ocuparlos en nuevas ramas de la industria, o desarrollar las que ya existen. Pero para esto son menester nuevos capitales y los nuevos capitales no se pueden obtener sino con la acumulación, y la acumulación no se obtiene sino con el aumento de la plusvalía. Para aumentar el valor relativo de la plusvalía sería menester disminuir el valor de la mano de obra, bajando el precio de las mercancías consumidas por el trabajador. Para disminuir el precio de las mercancías es necesario aumentar la productividad, mejorando la técnica. Y para mejorar la técnica, es menester también acumular, aumentando la plusvalía, y así sucesivamente.
                     
                      Al final Marx describe minuciosamente el funcionamiento del mercado, del cual son esclavos los capitalistas; pero estos, paradisminuir los riesgos de los caprichos del mercado, se ayudan recíprocamente, fundan las bancas y adoptan medidas de seguridad. Así los fenómenos caóticos acaban por regularizarse, y el capitalista consigue vivir más seguro en su propio edificio. Pero mientras tanto el mecanismo se ha complicado, y el capitalista, a pesar de seguir obteniendo la plusvalía sólo de su actividad de industrial, asume nuevas funciones: se conviete en comerciante, mediador, banquero etc. Se hace ayudar por una muchedumbre de otras personas: éstas ayudan al capital a conseguir su provecho, y por esto reclaman una parte de él. El provecho, en adelante, habrá de ser repartido entre todos los lobos de la horda. El modo cómo haya de ser dividido viene marcado por el propio juego del mecanismo capitalista.
                    
                      Ya la economía clásica había notado que los capitales empleados en las más diferentes empresas dan, en un mismo país y en un mismo tiempo, una proporción igual de provecho. Marx también explica que los diferentes provechos se igualan en el momento de la venta de la mercancía, porque el capital no ingresa el provecho de su producción particular, sino únicamente su parte en el botín general. Los capitalistas se comportan, en lo que concierne al provecho, como accionistas de una gran sociedad: no se distinguen unos de otros sino por el importe relativo de los capitales empleados por cada uno de ellos.


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